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Abejas, miel de Outurelos, el oso pardo y el turismo sostenible

[dropcap]H[/dropcap]ace poco pasé el día con Alberto Uría en el campo conociendo su trabajo y su oficio. Alberto es un jóven apicultor asturiano que cambió una cómoda vida en la ciudad, por una pequeña aldea ubicada en el concejo de Ibias. Quería volver al origen de su vida, recuperar una pequeña parte del oficio familiar, y apostar por vivir del campo y luchar por la supervivencia del medio rural. Enamorado de las abejas, y preocupado por la defensa y conservación de la naturaleza, hace 8 años que fundó la marca Miel de Outurelos. Sus 120 colmenas, localizadas por diversos puntos del Parque Natural y Reserva de la Biosfera de Fuentes de Narcea, Degaña e Ibias, conviven a diario con el Oso Pardo Cantábrico, un animal que le ocasiona más de un disgusto, pero del que aprendió a defenderse con técnicas tradicionales, y a quien defiende cómo a sí mismo. En el año 2014, gracias a un proyecto LIFE, Alberto recuperó un cortín de abejas, una construcción circular de piedra, típica del Suroccidente de Asturias, y que sirve para proteger las colmenas del ataque del oso. Este proyecto tenía como finalidad la recuperación del hábitat del Urogallo cantábrico, además de ayudar a recuperar una parte del patrimonio etnográfico de Asturias.

No es de extrañar que alguien con los principios de Alberto exija un turismo responsable para el bien del medio rural asturiano, como bien me explicó: “para mí el turismo sostenible necesita una implicación total con la población local, es decir, comer lo que ellos comen, vivir lo que ellos viven y dormir donde ellos duermen. Debe ser algo que esté hecho en un lugar donde el beneficio directo se quede en las personas que habitan en ese lugar.” En este punto ya los dos estamos envueltos en un debate acalorado sobre el estado del turismo sostenible en el Oriente de Asturias. “Lo que no puede ser,” prosigue Alberto, “es que los alojamientos rurales sólo estén abiertos 3 o 4 meses al año, y el resto del año el pueblo se queda deshabitado. Para mí un turismo sostenible debería dar sostenibilidad al lugar que tú estás pretendiendo promocionar o visitar, pero no durante unos meses sino todo el año. En mi opinión parece una trashumancia de gente, y no debería ser así.”

“Para mí el término turismo sostenible es demasiado genérico, y no creo que sea la persona más indicada para hablar de ello.” A lo que añade, “lo básico y fundamental que debe promover el turismo sostenible es implicar más al turista. Vivir la cultura y la tradición local. Debería conllevar, necesariamente, un esfuerzo en conocer la cultura de ese lugar que estás intentando fomentar, y no sólo lo que el cliente espera encontrar.” En este momento me doy cuenta de que Alberto es bastante modesto, ya que sabe muy bien de lo que habla… “Cuando viajamos a un lugar masificado, como el Oriente de Asturias,” me sigue explicando “no estamos descubriendo su cultura tradicional, tan siquiera la gastronomía asturiana que da al cliente lo que quiere. Por ejemplo el ‘cachopo’, que ni siquiera es un plato tradicional asturiano, sino una moda, o la fabada asturiana, elaborada con alubias procedentes de Chile. Lo que se está haciendo es explotar el lugar, y al explotar las cosas sin control se están agotando y se termina por adulterar el destino. Se está acabando con los orígenes y con la tradición de los territorios. Bajo mi punto de vista, la premisa del turismo sostenible debería ser la conservación de la cultura y la naturaleza del lugar, sobre todo la sostenibilidad del propio territorio. Yo no quiero un restaurante que esté abierto solo 4 meses al año. Quiero que esa persona pueda vivir de ese de ese negocio, para mí eso es algo sostenible. El Turismo Sostenible,” me dice sonriendo y mirando al horizonte, “necesita no sólo conocimientos, porque esos se pueden adquirir, pero también el cariño del que lo enseña.”

Alberto es sin duda una persona de fuertes valores y convicciones, y no vende ningún tarro de miel que no salga de sus colmenas. Outurelos produce diferentes tipos de miel, siempre con las condiciones de no alimentar a sus abejas, no utilizar ningún tipo de producto químico, y sin practicar la trashumancia, ya que su máxima preocupación es el bienestar del animal. Además durante los veranos, en la época de mayor trabajo en el campo, utiliza su poquito tiempo libre para realizar visitas guiadas. Esta actividad no le genera grandes beneficios económicos, a veces ni siquiera beneficios, pero su objetivo es reeducar a la población sobre el consumo de productos locales y sostenibles, el consumo de miel de calidad y la importancia de las abejas como garantes de la conservación de la biodiversidad.

Si te gustaría contactar con Alberto y conocer más sobre su miel, visita tu página web aquí.