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Manuel Antonio necesita frenar el arribo masivo de turistas

[dropcap]E[/dropcap]l Parque Nacional Manuel Antonio se ubica en la Costa del Pacífico Central de Costa Rica y es la reserva más visitada del país. Pero está muy lejos de ser la más desarrollada, ya que la turistificación actual está poniendo en riesgo tanto la flora y fauna local como la identidad cultural de la región.

Turistas corriendo a los monos y cortando hojas para alimentar otros animales, así como la avenida central repleta de carteles en inglés, no son buen augurio para un destino que debería buscar la sostenibilidad integral.  Todo aquello, y mucho más, sucede en Manuel Antonio.

Sin dudas, la cantidad (y calidad) de turistas que visitan sus playas está sobrecargando un área que pide por favor un descanso. Mucho se ha corregido con respecto a años anteriores. Si hasta incluso varias veces estuvieron por cerrar el Parque Nacional por problemas de salubridad. “Usted no sabe lo que era antes”, dicen por las calles. Pero aún hoy sigue siendo un territorio que necesita un freno, una evaluación, una reflexión y finalmente una reconstrucción.

Por un lado, la masividad distorsiona completamente el hábitat natural de todos los seres vivos que allí nacen y crecen, generándoles un estrés que muchas veces los lleva a la muerte. Mapaches, monos y tucanes, por ejemplo, han cambiado su estilo de vida por la permanente afluencia de visitantes. Pero por otro lado, también se nota un impacto negativo del turismo de masas hacia las costumbres locales. La mayoría de los carteles están en inglés y la necesidad de los comercios locales ha hecho que todo lo tradicional y autóctono se acomode y distorsione para satisfacer al turista. Cuando en realidad debería ser al revés. El visitante tendría que satisfacer sus necesidades adaptándose a los requerimientos del entorno natural y a las costumbres locales.

Es menester que restringir aún más la cantidad de gente que entra al Parque Nacional sea una opción a tener en cuenta en un proceso gradual de regeneración a largo plazo. También se deberían difundir las costumbres regionales e incentivar a los pequeños emprendedores locales, así como dejar de privilegiar tanto a inversionistas extranjeros. Pero tal vez, eso ya sea pedir demasiado.

Probablemente sea difícil que locales que viven del turismo entiendan que la disminución de cantidad de turistas significará un aumento en la calidad de vida, tanto de ellos como de las tantas especies con las que conviven. Pero es un reto necesario en el que vale la pena embarcarse. Y no es solo la idea de un extranjero, sino que varios y varias vecinos y vecinas se quejan permanentemente de la “invasión gringa”.

Y es que de otro modo, más temprano que tarde, el Parque cambiará su nombre a Manuel Anthony mientras que monos y mapaches serán entregados con correas como parte de un combo all inclusive. Entonces, visitantes sonreirán en una foto única, algunos pocos disfrutarán sus ingresos en Miami, los ecosistemas seguirán sufriendo la mano del hombre y la comunidad local seguirá perdiendo su valor, ese que no sale en las fotos y no se paga con ninguna tarjeta.